Los huesos han quedado obsoletos, ya no se necesitan para saber el ADN de nuestros antepasados
Para los arqueólogos uno de los mayores retos es reconstruir el pasado utilizando los objetos, pinturas y restos de antepasados que son encontrados en cada excavación.
Como si de un rompecabezas se tratase se van uniendo estas pistas, hasta dar con una idea general de quienes pudieron haber habitado una determinada zona y su correspondiente historia.
Dentro de esta maraña de pistas hay elementos que son más comunes que otros, sin embargo, los huesos siguen siendo la piedra angular, y a la vez los más raros de encontrar en toda investigación.
De esta forma, podríamos encontrar cientos de vasijas, herramientas, pinturas, etc. de nuestros antepasados, pero sin restos de huesos que nos den pistas en forma de AND acerca de quienes pudieron haberlos construidos, es sumamente difícil determinar a los verdaderos responsables.
Pero, ¿Y si ya no necesitásemos huesos para encontrar restos de ADN?
Viviane Slon, investigadora del Instituto de Antropología evolutiva Max Planck, se encuentra trabajando en una técnica que de cierta forma, haría a los restos de huesos un elemento menos imprescindible a la hora de armar el rompecabezas de nuestro pasado.
Esta técnica, que actualmente está siendo probada en cuatro cuevas a lo largo de Europa, está enfocada en extraer ADN directamente de los sedimentos que se encuentren en estas formaciones geológicas.
Esto se logra enfocándose en el ADN mitocondrial, el cual es un material genético que está separado el propio AND, y que tiene la capacidad de evolucionar más rápido y de tener mayor parecencia en las células gracias a su mayor número de copias.
Este enfoque es lo que le permitiría a Viviane tener más posibilidades de extraer ADN de los sedientos de estas cuentas, y también poder determinar y diferenciar las especies que habitaron en esas zonas.
Pero, ¿cómo se extrae el ADN del suelo?. Tan sencillo como tomar una pequeña muestra de la tierra, de hecho no hace falta mucho, con tan sólo una cuchara sería suficiente. Luego de que se tiene esta muestra se le aplica una serie de químicos que ayudan a separa y extraer el material genético, posteriormente, el ADN es leído en un secuenciador genético y voilà, ya podríamos saber quienes y que especie habitó esa zona.
¿Hay posibilidad de error?
Veamos, podemos extraer material genético del suelo, pero, ¿cómo sabemos que este ADN de verdad corresponde a nuestros antepasados, y no a una especie reciente o actual?.
El otro dato importante aquí, es que después de muchos años de actividades arqueológicas y estudio de la genética, tenemos una buena cantidad de información que nos ayuda a resolver con gran exactitud esta parte del rompecabezas.
De esta forma, Viviane, una vez que ha tiene el ADN realiza una serie de pruebas y lo compara con lo que ya sabemos, para determinar la longevidad del material genético, a la vez que determina la especie exacta, de esta forma garantiza que el ADN de verdad pertenece a un antepasado.
El siguiente paso y un reto por superar
El siguiente paso, sería aplicar esta técnica en lugares donde se hayan encontrado restos antiguos, pero no se haya determinado con exactitud quienes pudieron haber sido sus autores.
De esta forma se añadiría una página, mucho más clara, a nuestra historia que nos ayudaría a entender nuestra evolución y de dónde venimos.
Por otro lado, por esta vía se han identificado muchas especies tanto humanas como animales, incluyendo la muestra más antigua de AND analizada, la cual tiene una antigüedad de 700 mil años.
Sin embargo, todas estas muestras tienen algo en común, y es que el AND que las compone se ha conservado especialmente bien debido a las bajas temperaturas de los lugares donde fueron encontradas.
Esto hace que muy posiblemente esta técnica, por ahora, no sea tan efectiva en lugares más cálidos o para encontrar AND de más antigüedad.
Esta nueva técnica ha cambiado la forma de ver la arqueología, la cual estaría pasando de ser un rompecabezas a ser un libro abierto que sólo necesita ser leído y entendido.
Vía: Science